Nuestra esperanza como cristianos es nuestra gloria futura. El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya (Fil. 3:21). Nuestra “esperanza de gloria” esta garantizada por la presencia de la morada de Cristo en el creyente (Col. 1:27).
En la parusía, la segunda venida de Cristo, aquellos que murieron en Cristo y los creyentes vivificados se les dará el final y la completa “redención de su cuerpo” (Romanos 8:23). Ese cuerpo será preparado e idóneo para la condición final de los cristianos creyentes (1 Cor. 15:23, 26, 54). “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:4).
El apóstol Pablo nos dice que nosotros seremos incluidos en el resplandor de la gloria venidera, que pondrá en perspectiva los sufrimientos presentes que nosotros experimentamos. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).
Como coherederos con Cristo (vv. 15-17) Ahora nosotros somos beneficiaros de todas las bendiciones espirituales (Efe. 1:3), y en el futuro nosotros compartiremos con El todas las riquezas del reino de Dios (Jn. 17:24; 1 Cor. 3:21-23). En Romanos 8:15-18 El apóstol esta haciendo hincapié de la seguridad de la salvación del creyente, y dice que si nosotros somos verdaderos cristianos nosotros sufriremos también con Cristo (Jn. 15:20; Col. 1:24; 2 Tim. 3:12; 1 Pet. 4:12). Después de sufrir con Cristo, el creyente compartirá la gloria de Cristo (2 Tim. 2:12; 1 Pedro 4:13; 5:10).
No hay participación en la gloria de Cristo al menos que haya participación en Su sufrimiento. Sin embargo, al mismo tiempo debemos mantener claramente en mente que no contribuimos a la obra de salvación de Cristo Jesús como la expiación, la propiciación, la reconciliación, y la redención. Sólo el Sustituto, sin pecado podría lograr esa eficacia. Solo Cristo nos redimió por Su sangre.
Sin embargo, el apóstol Pablo hace esto claro no hay sufrimiento redentor a partir de los cuales los sufrimientos de los hijos de Dios deben ser clasificados con los sufrimientos de Dios mismo.
Nosotros también debemos recordar que solamente el sufrimiento que completa la condición es, "sufriendo con Cristo.” Solamente aquellos que comparten los sufrimientos de Cristo ahora lo compartirán en Su gloria de aquí en adelante. En orden para compartir en esa gloria nosotros debemos compartir en Sus sufrimientos aquí y ahora.
“Nosotros compartimos Sus sufrimientos con el fin de compartir en Su gloria.” El apóstol Pablo expresa la misma idea en 2 Corintios 4:17-18.
El sufrimiento es necesario en la vida del cristiano (Jn. 15:20; 16:33).
El sufrimiento prepara el camino para la gloria del cristiano. Esto nos prueba que nosotros somos los hijos de Dios (Mat. 5:11-12; Jn. 15:18-20). Esto es el testimonio del discípulo.
El sufrimiento es usado por Dios para purificar al creyente. Algunos sufrimientos vienen a nosotros de la mano de un amoroso Padre celestial para producir en nosotros santidad y un crecimiento espiritual. Dios usa el sufrimiento para perfeccionarnos en la semejanza de Cristo. Dios nos purifica hasta que El pueda ver la cara de Cristo Jesús en nuestras vidas.
Porque El nos ama, Dios usa el sufrimiento para corregirnos y disciplinarnos para convertirnos en soldados de la cruz (Heb. 12:7-11; 2 Tim. 2:3; 1 Cor. 9:27). Dios también usa estas experiencias en nuestras vidas para prepararnos para ministrar en la vida de otros que han sufrido.
La glorificación es nuestra perfecta e incuestionable posición ante Dios en el día del juicio final. Esto es la perfección de nuestra santificación progresiva. Un día nuestro carácter interior será como el de Cristo.
El sufrimiento por Jesucristo también mejora nuestro testimonio cristiano. Cuando nosotros sufrimos por Jesucristo las personas perdidas nos mirarán con cuidado y escucharán lo que tenemos que decir.
"He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman a su venida" (2 Timoteo 4:7-8).
Selah!
En la parusía, la segunda venida de Cristo, aquellos que murieron en Cristo y los creyentes vivificados se les dará el final y la completa “redención de su cuerpo” (Romanos 8:23). Ese cuerpo será preparado e idóneo para la condición final de los cristianos creyentes (1 Cor. 15:23, 26, 54). “Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria” (Colosenses 3:4).
El apóstol Pablo nos dice que nosotros seremos incluidos en el resplandor de la gloria venidera, que pondrá en perspectiva los sufrimientos presentes que nosotros experimentamos. “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).
Como coherederos con Cristo (vv. 15-17) Ahora nosotros somos beneficiaros de todas las bendiciones espirituales (Efe. 1:3), y en el futuro nosotros compartiremos con El todas las riquezas del reino de Dios (Jn. 17:24; 1 Cor. 3:21-23). En Romanos 8:15-18 El apóstol esta haciendo hincapié de la seguridad de la salvación del creyente, y dice que si nosotros somos verdaderos cristianos nosotros sufriremos también con Cristo (Jn. 15:20; Col. 1:24; 2 Tim. 3:12; 1 Pet. 4:12). Después de sufrir con Cristo, el creyente compartirá la gloria de Cristo (2 Tim. 2:12; 1 Pedro 4:13; 5:10).
No hay participación en la gloria de Cristo al menos que haya participación en Su sufrimiento. Sin embargo, al mismo tiempo debemos mantener claramente en mente que no contribuimos a la obra de salvación de Cristo Jesús como la expiación, la propiciación, la reconciliación, y la redención. Sólo el Sustituto, sin pecado podría lograr esa eficacia. Solo Cristo nos redimió por Su sangre.
Sin embargo, el apóstol Pablo hace esto claro no hay sufrimiento redentor a partir de los cuales los sufrimientos de los hijos de Dios deben ser clasificados con los sufrimientos de Dios mismo.
Nosotros también debemos recordar que solamente el sufrimiento que completa la condición es, "sufriendo con Cristo.” Solamente aquellos que comparten los sufrimientos de Cristo ahora lo compartirán en Su gloria de aquí en adelante. En orden para compartir en esa gloria nosotros debemos compartir en Sus sufrimientos aquí y ahora.
“Nosotros compartimos Sus sufrimientos con el fin de compartir en Su gloria.” El apóstol Pablo expresa la misma idea en 2 Corintios 4:17-18.
El sufrimiento es necesario en la vida del cristiano (Jn. 15:20; 16:33).
El sufrimiento prepara el camino para la gloria del cristiano. Esto nos prueba que nosotros somos los hijos de Dios (Mat. 5:11-12; Jn. 15:18-20). Esto es el testimonio del discípulo.
El sufrimiento es usado por Dios para purificar al creyente. Algunos sufrimientos vienen a nosotros de la mano de un amoroso Padre celestial para producir en nosotros santidad y un crecimiento espiritual. Dios usa el sufrimiento para perfeccionarnos en la semejanza de Cristo. Dios nos purifica hasta que El pueda ver la cara de Cristo Jesús en nuestras vidas.
Porque El nos ama, Dios usa el sufrimiento para corregirnos y disciplinarnos para convertirnos en soldados de la cruz (Heb. 12:7-11; 2 Tim. 2:3; 1 Cor. 9:27). Dios también usa estas experiencias en nuestras vidas para prepararnos para ministrar en la vida de otros que han sufrido.
La glorificación es nuestra perfecta e incuestionable posición ante Dios en el día del juicio final. Esto es la perfección de nuestra santificación progresiva. Un día nuestro carácter interior será como el de Cristo.
El sufrimiento por Jesucristo también mejora nuestro testimonio cristiano. Cuando nosotros sufrimos por Jesucristo las personas perdidas nos mirarán con cuidado y escucharán lo que tenemos que decir.
"He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman a su venida" (2 Timoteo 4:7-8).
Selah!
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